La Década Prodigiosa
Los Ye-ye
Los guateques
Los Festivales
El Pop-Rock español
El Rock andaluz
Los discos FUNDADOR
Nuestros Grupos y Artistas Locales
Los H.H.
Mercadillo
|
Resulta
inevitable:
los
años
sesenta
del
siglo
pasado
proporcionan
en
España
a
toda
una
generación
—la
que
no
vivió
directamente
la
guerra
civil—
el
recuerdo
de
unos
felices
y
agitados
mementos
que
transformaron
radicalmente
sus
condiciones
de
vida.
Fueron
años
de
ebullición
juvenil
que
contagió
al
resto
de
la
sociedad.
Los
tiempos
estaban
cambiando,
y
también
la
música
pop
y
sus
formas
de
difusión:
güateques,
festivales,
programas
de
radio
y
televisión,
y
discos,
transmitieron
estos
cambios.
Lo
cierto
es
que
es
solo
en
cuatro
o
cinco
años,
de
1964
a
1968,
cuando
se
producen
los
principales
acontecimientos
que
dan
las
señas
de
identidad
a
toda
la
década.
El
desarrollo
económico
occidental
ya
afectaba
también
a
España:
millones
de
personas
se
trasladaron
del
campo
a
la
ciudad,
configurando
en
poco
tiempo
una
sociedad
mayoritariamente
urbana,
caldo
de
cultivo
necesario
para
el
desarrollo
de
la
musica
pop
y
rock.
El
consumo
masivo
de
productos
ligados
al
ocio
empezó
a
notarse
en
la
sociedad
española:
la
televisión
y
el
frigorífico,
son
los
más
visibles
de
ésta
revolución
silenciosa.
En
lo
que
respecta
a
la
música,
en
muy
poco
tiempo
pasamos
de
los
preciosos
muebles
con
radio
y
giradiscos,
que
solo
poseían
unos
cuantos
privilegiados,
a
los
pequeños
y
baratos
tocadiscos
(pick-ups)
que
se
podían
trasladar
fácilmente
a
la
playa,
piscina,
campo
y
casas
particulares
para
escuchar
las
últimas
novedades.
El
aparato
reproductor
se
había
democratizado;
las
ventas
masivas
de
discos
en
esos
años
deben
no
poco
a
estos
nuevos
artefactos
de
plástico.
A
la
par
que
estos
cambios,
ya
en
1962-1963
se
dejaban
oir programas de radio juveniles y las primeras revistas
realizadas por jóvenes habían hecho su aparición: Discóbolo y Fonorama.
Se
contaba
también
con
unos
cuantos
grupos
que,
a
la
sombra
de
Shadows,
Ventures
y
otros
conjuntos
anglosajones,
habían
mejorado
su
técnica
instrumental
y
vocal.
Se
publicaban
mas
discos
y
se
tenía
mas
información.
No
faltaban
tampoco
conjuntos
juveniles
en
los
barrios
de
las
grandes
ciudades,
que
se
convirtieron
en
los
amos
de
los
clubes
de
juventud
y
salas
de
baile
de
las
casas
regionales.
Faltaba
simplemente
una
figura
y
un
éxito
para
abrir
la
brecha
definitiva,
y
a
los
casi
veteranos
Pekenikes
les
tocó
la
honra
de
comenzar
en
1964,
con
"Los
cuatro
muleros",
el
lustro
de
la
época
dorada
del
pop
español. Por
primera
vez
una
canción
de
un
grupo
joven
llegaba
a
los
puestos
de
honor
de
las
listas.
Pero
Los
Brincos,
con
su
fenomenal
lanzamiento
e
impacto,
lograron
acelerar
vertiginosamente
el
ritmo
musical
de
estos
años.
"Flamenco",
"Baila
la
pulga",
"Borracho",
"Tu
me
dijiste
adiós",
"Mejor"
y
"Un
sorbito
de
champán"
fueron
los
eslabones
de
esta
cadena
ininterrumpida
de
éxitos.
Llegaron
luego
las
comparaciones,
polémicas
e
intento
de
copia,
pero
el
método
ya
estaba
inventado:
canciones
propias,
cantadas
en
español
por
jóvenes
de
aspecto
saludable
y
con
ritmos
que
conectaran
con
lo
que
se
hacía
en
ese
momento
en
las
metrópolis
musicales;
detrás
estaba
el
fenómeno
de
los
Beatles
y
el
beat
británico
como
mentor
y
modelo.
Los
protagonistas
españoles
no
aparecieron
de
repente;
muchos
de
ellos
eran
pioneros
en
estas
lides,
con
muchas
experiencias
musicales
a
sus
espaldas,
que
lograron
una
audiencia
masiva
en
forma
de
conjuntos.
Los
grupos
mandaban,
aunque
figuras
como
Raphael,
Miguel
Ríos,
Karina,
Gelu,
Rosalia,
y
otros
solistas,
compartieron
las
mieles
del
triunfo.
Esta
explosión
juvenil
iba
acompañada
también
por
un
acentuado
nacionalismo
musical,
con
osadas
declaraciones
de
algún
protagonista
que
aseguraba
que
no
tenían
nada
que
aprender
de
los
extranjeros.
No
solo
componían
canciones
propias
en
castellano,
sino
que
adoptaron
con
fruición
los
tópicos
de
la
cultura
española
—o
mejor
andaluza—
para
titular
sus
creaciones.
Los
Brincos,
con
"Lola"
y
"Pareces
gitana";
los
Roberts,
con
"Ave
María"
y
"Lola";
Gatos
Negros,
con
"María
Lola";
Micky
y
los
Tonys,
con
"Zorongo
gitano";
Pekenikes,
con
"El
Vito"
y
"La
gitana";
Cheyenes,
con
"Válgame
la
Macarena",
y
Los
Relámpagos,
con
"Dos
cruces"
y
"Seguidillas",
fueron
los
ejemplos
más
sobresalientes.
Incluso
Mike
Ríos
cambió
su
nombre
por
el
de
Miguel
Ríos,
y
desde
sus
primeras
versiones
dio
paso
a
canciones
compuestas
para
él,
como
"Tema
para
Rocío"
y
"Serenata
bajo
el
sol",
que
son
dos
de
las
mejores
obras
de
toda
su
carrera.
Los
acontecimientos
se
desarrollaban
muy
deprisa
y
la
disyuntiva
era
subirse
con
rapidez
al
tren
de
lo
moderno,
juvenil
y
ye-yé,
o
perderlo
sin
remisión.
Se
subieron
muchos.
En
primer
lugar,
los
medios
de
comunicación,
y
después,
muchas
empresas
de
productos
y
servicios
ligados
al
consumo
de
los
jóvenes;
y
para
que
no
faltara
nadie,
la
Iglesia
católica
también
hizo
sus
pinitos.
Fue
la
radio,
sin
embargo,
la
que
apostó
mas
fuerte,
con
programas
no
solo
de
música
ligera,
como
se
llamaba
entonces,
sino
específicamente
jóvenes.
A
los
pioneros
Raúl
Matas,
Joaquín
Soler
Serrano,
Angel
Alvarez,
Enrique
Gines,
Alfonso
Eduardo,
Arribas
Castro,
José
María
Mantilla
y
algunos
mas,
les
salieron
discípulos
por
todas
las
ondas;
pero
se
necesitaban
programas
capaces
de
arrastrar
a
multitudes
de
oyentes
y
aficionados
identificados
no
sólo
con
la
música,
sino
con
otros
modos
de
vida
que
incitaban
al
consumo
para
que
funcionara
todo
el
complejo
sistema
artístico-comercial.
La
Cadena
SER
lo
entendió
así
y
encargó
a
Tomás
Martín
Blanco
la
creación
de
un
programa
de
alcance
nacional
que
reuniera
todos
estos
ingredientes:
"El
gran
musical".
Ya
en
1965
era
el
lugar
necesario
de
difusión,
reunión
y
presentación
de
nuevos
artistas
que
quisieran
triunfar
en
toda
España,
recuperando
el
fenómeno
de
los
fans,
que
había
sido
olvidado
desde
los
inicios
del
Dúo
Dinámico,
José
Guardiola
y
Marisol.
Los
Brincos
y
Bravos,
Raphael
y
Serrat,
Sirex
y
Mustang
eran
el
centro
de
las
nuevas
disputas
juveniles.
El
turismo,
en
pleno
auge,
ayudó
a
la
ebullición
musical
de
los
sesenta.
Los
millones
de
europeos
que
acudían
a
las
costas
mediterráneas
favorecieron
el
trabajo
de
muchos
conjuntos,
que
tenían
que
combinar
adaptaciones
de
éxitos
foráneos
con
canciones
y
ritmos
aflamencados,
typical
Spanish,
en
muchos
de
los
casos
con
voluntariosos
esfuerzos,
y
en
contra
de
sus
aspiraciones
artísticas.
En
Mallorca
este
esquema
funcionó
bastantes
años
con
toda
una
pléyade
de
conjuntos
que
de
cuando
en
cuando
sorprendían,
en
sus
actuaciones
y
discos,
con
algunas
versiones
o
creaciones
propias
mas
acordes
con
sus
inquietudes:
eran
Los
Javaloyas,
Beta
Quartet,
Sixtar,
Dogers,
5
del
Este
y,
tal
vez
los
mejores,
Los
Z-66,
que
grabaron
en
casas
discográficas
catalanas
y
que
pocas
veces
se
acercaron
por
la
Península.
La
Cadena
SER
lo
entendió
así
y
encargó
a
Tomás
Martín
Blanco
la
creación
de
un
programa
de
alcance
nacional
que
reuniera
todos
estos
ingredientes:
"El
gran
musical".
Ya
en
1965
era
el
lugar
necesario
de
difusión,
reunión
y
presentación
de
nuevos
artistas
que
quisieran
triunfar
en
toda
España,
recuperando
el
fenómeno
de
los
fans,
que
había
sido
olvidado
desde
los
inicios
del
Dúo
Dinámico,
José
Guardiola
y
Marisol.
Los
Brincos
y
Bravos,
Raphael
y
Serrat,
Sirex
y
Mustang
eran
el
centro
de
las
nuevas
disputas
juveniles.
El
turismo,
en
pleno
auge,
ayudó
a
la
ebullición
musical
de
los
sesenta.
Los
millones
de
europeos
que
acudían
a
las
costas
mediterráneas
favorecieron
el
trabajo
de
muchos
conjuntos,
que
tenían
que
combinar
adaptaciones
de
éxitos
foráneos
con
canciones
y
ritmos
aflamencados,
typical
Spanish,
en
muchos
de
los
casos
con
voluntariosos
esfuerzos,
y
en
contra
de
sus
aspiraciones
artísticas.
En
Mallorca
este
esquema
funcionó
bastantes
años
con
toda
una
pléyade
de
conjuntos
que
de
cuando
en
cuando
sorprendían,
en
sus
actuaciones
y
discos,
con
algunas
versiones
o
creaciones
propias
mas
acordes
con
sus
inquietudes:
eran
Los
Javaloyas,
Beta
Quartet,
Sixtar,
Dogers,
5
del
Este
y,
tal
vez
los
mejores,
Los
Z-66,
que
grabaron
en
casas
discográficas
catalanas
y
que
pocas
veces
se
acercaron
por
la
Península.
Como las posibilidades de
triunfo y trabajo aumentaron, bastantes músicos extranjeros intentaron
establecer en España sus cuarteles generales. A los tradicionales intérpretes
italianos y franceses que participaban en los festivales de la canción,
principalmente en Benidorm, Mallorca, del Mediterraneo,
en
Barcelona,
o
del
Atlántico
en
Sanlúcar
de
Barrameda
(Cádiz),
les
sucedieron
unos
cuantos
grupos
que
contando
como
bagaje
la
música
de
influencia
inglesa
supieron
adaptarse
e
incluso
cantar
en
español.
Los
Tomcats,
The
End,
Los
Vampiros,
Jess
&
James,
Tucky
Buzard,
Steve
Rowland,
Os
Duques
y
Los
Indonesios,
entre
otros,
llegaron
de
varios
países
de
Europa
y
tras
una
pequeña
estancia
volvieron
a
sus
países
de
origen
o
se
quedaron
como
músicos
de
acompañamiento
de
las
grandes
figuras
nacionales.
El
gran
año
fue
1966.
Abundaron
festivales,
éxitos
y
creatividad,
y
como
broche
se
produjo
el
lanzamiento
y
triunfo
de
Los
Bravos
a
nivel
internacional.
¡La
cresta
de
la
ola!
El
19
de
mayo
se
celebró
el
primer
gran
festival
de
conjuntos;
quedaban
muy
atrás
las
matinales
del
Price,
en
Madrid
y
Barcelona,
realizadas
sin
grandes
medios.
El
primer
festival
de
ídolos
estuvo
patrocinado
por
unos
grandes
almacenes,
y
tras
una
votación
se
presentaron
en
el
Palacio
de
los
Deportes
de
Madrid,
con
todo
tipo
de
publicidad
y
medios,
los
cinco
grupos
mas
populares
de
España
(solo
conjuntos,
nada
de
solistas):
Los
Brincos,
Bravos,
Mustang,
Relámpagos
y
Sirex,
acudieron
cada
uno
con
un
Cadillac
distinto.
Las
alfombras
llegaban
hasta
unos
escenarios
(había
uno
por
grupo),
en
los
que
interpretaron
ocho
o
10
canciones.
Fue
una
especie
de
referendum
juvenil,
presentado
por
Tomás
Martín
Blanco,
para
toda
una
generación
que
nació
en
los
cuarenta
y
primeros
cincuenta.
Y
además
era
un
lujo
americano,
y
gratis:
la
crema
de
Madrid
y
Barcelona
reunida
para
15.000
jóvenes.
En
Barcelona,
para
no
ser
menos,
con
Arribas
Castro
de
maestro
de
ceremonias,
también
contaron
con
su
gran
festival
en
el
Palacio
Municipal
de
los
Deportes,
con
Los
Gatos
Negros,
Lone
Star,
Salvajes,
Dúo
Dinámico,
Jóvenes,
Bravos,
Sirex
y
Brincos;
y
en
junio,
la
plaza
de
toros
de
Valencia
se
llenó
con
20.000
personas
para
ver
y
escuchar
a
Sirex,
Bravos,
Karina,
Dúo
Dinámico
y
Huracanes.
Con
estos
festivales
y
otros
muchos
que
se
celebraron
en
otras
ciudades
españolas
se
estableció
un
contacto
permanente
entre
los
artistas
de
varias
regiones,
que
hasta
entonces,
salvo
excepciones,
se
mantuvieron
en
un
discreto
aislamiento.
También
eran
lugares
privilegiados
de
trabajo,
que
se
convertían
en
el
medio
necesario
para
la
subsistencia
de
muchos
y
las
ganancias
de
los
pocos
intérpretes
que
sobresalieron
entre
los
cientos
de
esforzados
aspirantes.
Entre
tanto
grupo
masculino,
dentro
del
panorama
del
pop
español
de
los
sesenta,
las
chicas
respondieron
tímidamente
con
las
Chic
y
Ellas,
conjuntos
madrileños
ambos,
y
las
Hermanas
Ros,
catalán;
otras
—famosas
ahora,
como
Ana
Belén—
empezaron
su
andadura
artística
intentando
copiar
a
Rita
Pavone,
mientras
Marta
Baizín
era
lanzada
como
figura
ye-yé
al
estilo
del
Salut
les
Compains
francos.
El
cine
musical
vivió
sus
años
mas
productivos
en
los
sesenta,
y,
aunque
ligado
fundamentalmente
a
Marisol,
Rocío
Durcal,
Joselito
y
otras
figuras
infantiles,
se
realizaron
muchas
películas
con
Miguel
Ríos,
Micky,
Karina,
Massiel,
Los
Sirex,
Gatos
Negros,
Raphael,
Bruno
Lomas,
Los
Bravos,
Dúo
Dinámico,
Juan
y
Junior,
Los
Pasos
y
Los
Iberos
como
protagonistas.
En
conjunto,
en
toda
la
década
se
rodó
casi
un
centenar
de
películas
de
este
tipo,
mientras
que
en
los
15
años
siguientes
no
llegaron
a
contarse
una
docena.
Si
bien
mucha
fue
la
cantidad,
la
calidad
no
abundaba.
Pero
ese
mismo
año
aparecieron
los
primeros
avisos
de
los
nuevos
vientos
que
soplaban
en
el
mundo
de
la
música.
Al
otro
lado
del
Atlántico,
Esta-dos
Unidos
reaccionó
a
la
invasión
británica
en
varios
frentes:
el
folk-rock
y
el
soul.
Ni
los
grupos
ni
el
público
español
se
adaptaron
rápidamentc
a
estas
nuevas
modas.
Solo
algunos
conjuntos,
como
Los
No,
Los
Salvajes,
Iberos
y
canciones
sueltas
de
pocos
más,
lograron
aciertos
mínimamente
recomendables.
Dentro
del
soul
español,
Los
Canarios,
Conexión,
Shelly
y
la
Nueva
Generación,
Condes,
Yerba
Mate
y
algunos
más,
consiguieron
aciertos
relevantes.
En
el
espacio
de
dos
o
tres
años
todo
el
complejo
se
desmoronó.
Volvieron
con
fuerza
los
solistas
Serrat,
Marisol,
Aute,
Manolo
Diaz,
Karma;
el
espíritu
de
grupo,
de
unión,
de
conjunto,
sufrió
un
duro
golpe.
Estos
cambios
vinieron
acompañados
de
un
sentido
crítico
muy
acusado
respecto
a
las
normas
y
contenidos
de
las
canciones.
La
nova
cancó
había
logrado
una
cierta
implantación
(y,
con
Serrat,
audiencia
en
toda
España).
A
la
temática
comprometida
se
unieron
los
sentimientos
pacifistas
y
libertarios
de
los
hippies,
y
todas
sus
secuelas.
En
medio
de
toda
esta
disputa
llegó
el
asunto
de
Eurovisión,
en
abril
de
1968.
La
rápida
sustitución
de
Serrat
por
Massiel
y
la
polémica
desatada
antes
y
después
del
triunfo
de
ésta
iniciaron
un
periodo
de
desconfianza
de
los
poderes
políticos
frente
a
los
músicos
pop,
que
hasta
entonces
habían
quedado
bastante
al
margen
de
la
censura
y
la
represión.
Por
si
faltara
algo,
en
mayo
de
ese
mismo
año,
París
y
San
Francisco
se
hallaban
en
pleno
apogeo.
Las
revistas
musicales
mas
influyentes
—como
Teleguía,
y
después
Mundo
Joven—
se
empezaron
a
ocupar
también
de
estos
temas,
provocando
una
silenciosa
división
entre
el
público
joven:
los
que
no
querían
hablar
de
politica
y
los
que
apostaron
por
un
compromiso
estético
y
social
mas
acorde
con
los
nuevos
tiempos.
A
partir
de
1968,
aparecieron
dos
corrientes
de
difícil
conciliación:
por
una
parte,
un
pop
con
vocación
mayoritaria
y
comercial,
representado
por
Los
Diablos,
Fórmula
V,
Puntos
o
Juan
Pardo,
que
aguantarán
hasta
mediados
de
los
setenta
con
una
producción
cada
vez
mas
ramplona
y
vulgar,
y,
por
otro
lado,
los
grupos
progresivos
y
underground,
que
no
lograron
ningún
éxito,
aunque
dejaron
obras
interesantes
y
sirvieron
para
preparar
a
figuras
que
serían
relevantes
años
mas
tarde:
Smash,
(iniciadores
del
llamado
rock
andaluz
que
continuarían
Triana,
Alameda
y
otros),
Música
Dispersa,
Nuevos
Tiempos,
Máquina,
Vértices,
y
OM,
fueron
los
ejemplos
mas
destacados.
En
medio,
como
fenómeno
específico,
lo
que
se
llamó
sonido
Trabuchelli,
que
intentaba
conseguir
un
producto
vendible
a
una
gran
mayoría
con
una
cierta
dignidad
y
calidad.
Sus
representantes
eran
Los
Angeles,
Módulos,
Mitos
y,
sobre
todo,
Miguel
Ríos,
que
con
el
"Himno
de
la
alegría"
(1969),
realizado
con
la
inestimable
ayuda
de
Waldo
de
los
Ríos,
logró
el
éxito
mundial
y
el
segundo
disco
de
oro
para
la
música
pop
española.
También
los
aciertos
de
Alain
Milhaud
con
Canarios
y
Pop-Tops
se
podrían
enmarcar
en
esta
línea;
el
resto
de
los
grupos
famosos
fueron
desapareciendo,
aunque
algunos,
como
los
nuevos
Brincos,
intentaron
su
obra
mas
ambiciosa,
como
es
Mundo,
demonio
y
carne.
Por
si
fuera
poco,
se
estaba
produciendo
otro
fenómeno:
la
popularización
de
las
discotecas
modernas,
con
un
buen
sonido
y
muchas
luces,
que
aparecerían
en
todos
los
pueblos
de
España,
asestaron
un
golpe
definitivo
—del
que
no
se
ha
recuperado
aún—
a
la
música
en
vivo.
Pero
esta
ya
es
la
década
de
los
setenta,
que
en
lo
musical
y
en
España
poco
tuvo
de
dorada.
EDUARDO
LÓPEZ
GARCÍA |